SALDRÉ A LA CALLE ASÍ NO MÁS...



Saldré a la calle así no más, mostaza en la corbata y luciendo cilantro en los dientes cada vez que sonría. La cremallera a media asta, revuelto el cabello con tabaco amarillento entre el índice y el cordial.
Así imperturbable, abrirán paso las perfumadas de detergente, jabón y gomina. No me rozarán más sus delictivos portafolios, los ultra aromáticos trajes grises, pañuelos de seda. Esas siliconas no apretarán mi espalda en el metrotren, no me sonreirán las que descansan hipócritas en el hombro de sus hipócritas cancerberos.
Saldré a la calle así no más, embadurnado de somnolencia, luz ninguna rebotará de mis zapatos, luciré uñas de mecánico y mueca de rockero intoxicado.
Seré único en ascensores, a mis anchas por la vereda y el garzón otorgará trato digno y sincero cuando le enrostre suculenta propina y hable con acento distinguido, mis rebuscadas palabras entonces surgirán efecto en los policías que sospechan la procedencia de mis papeles.
Reiré a vómitos ojeando el Le Monde, pegando un mucus en el escaño de la plaza frente al palacio de gobierno.
Solo yo ocuparé el estrado de alguna consulta, solo a mí dirigirán su discurso los evangélicos de la Plaza de Armas. Mi rufián andar me separará del montón de hormigas. Y los padres me señalarán para escarnio de sus rebeldes niños correteando por ahí, ningún vendedor ambulante me ofrecerá Cds piratas, paraguas que solo resisten hasta contar cincuenta gotas o libros a mitad de precio y mitad de tinta. Conoceré la soberbia del mendigo que no cruzará su tarro oxidado por mi diestra.
Mis queridos obreros por fin se fijarán en mí, me gritarán cosas desde sus merecidos e inciertos andamios.
El cura de la Catedral me verá con ojos compasivos, hará un chispeo con sus labios, meneará la cabeza lado a lado no sutilmente (para que los fieles otorguen desganada piedad) y me hará un brusco “hazte a un lado” con el ceño para ofrendar la hostia al siguiente parroquiano hambriento de lástima divina.
Seré “el cuco” entre las verijas de una ciudad pretendidamente moderna, encerrada entre montañas de nieve y las olas del mar. Citadinos que envidian a los argentinos, se marchitan frente a un gringo y ensañan racismo barato hacia los peruanos y bolivianos.
Saldré a la calle así no más, con una daga en la mirada y calcetines sin combinar. Tendré de punto fijo a los guardias de los supermercados, ni las putas tendrán un dejo de deferencia para conmigo y los poetas que me vean por sus calles de acuarela me seguirán dos cuadras para anotar bien la descripción, cuando yo voltee huirán, despavoridos.

Luis Emilio Barahona

1 comentarios:

Anónimo dijo...

wena Emilio!!!
Te envié saludos la otra vez pero ni salió.